CAPÍTULO 68

La mañana llegó. Los primeros rayos del sol se filtraban tímidamente por la ventana, pintando suaves tonalidades doradas sobre los muebles de madera y las paredes de piedra. Cristal, quien yacía en la cama, miraba los árboles moverse por la brisa de la mañana; su rostro tranquilo apaciguaba la angustia que la había asaltado horas atrás. Ella había vuelto a despertar en horas de la noche, volviendo a pedir agua junto con un poco de alimento. Kogan, quien permanecía con deseos de estar a su lado, hizo un intento en acercarse, pero Cristal volvió a entrar en ese estado de terror, haciéndolo a él retroceder y alejarse de su vista para que ella se calmara. Pero no fue suficiente; Lynn nuevamente tuvo que aplicarle el medicamento para hacerla dormir.

El alfa se mantenía en silencio en el pasillo frente a la habitación de su luna; en muchas ocasiones se asomaba levemente para contemplarla, sin que ella pudiera verlo para no perturbar su tranquilidad. Kogan, con su cabeza agachada, suspira a
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