Con pasos lentos y cálidos, Kogan se adentraba en el espeso bosque, llevando a su luna entre sus brazos. Cristal, con sus brazos suavemente entrelazados alrededor de su cuello, disfrutando de la cercanía de su compañero. La unión de sus pieles era tan intensa y adictiva que ninguno de los dos deseaba separarse.
Kogan desvió ligeramente la mirada para encontrarse con los ojos de Cristal. Ella lo observaba dulcemente, con la misma expresión que, hacía unos momentos, había logrado convencerlo de cumplir el pedido que le había hecho.
Tras el último beso compartido, Kogan percibió el deseo de su luna de unirse a la manada. La mirada de Cristal se dirigió, con una precisión admirable, hacia la ventana, donde podía distinguir la ubicación donde todos se habían reunido. Este gesto sorprendió a Kogan, pero una ligera sonrisa se dibujó en su rostro al comprender que su luna, de alguna manera, podía sentir la presencia de los demás.
Como pareja de un alfa, era natural que Cristal, como luna, sint