-De- de nue- vo te ha- ha- hago llora- rar, per... perdo... do... do...name, pe... peque...ña- susurró contra mis labios, cada palabra más dolorosa que la anterior y más pausada de la siguiente sílaba, su voz quebrada por el dolor y la debilidad, sus palabras llenas de un pesar que me atravesaba el alma. Sentí sus manos temblorosas intentando aferrarse a mí, pero se deslizaban como si la vida se le escapara entre los dedos. Negué, besándolo con urgencia, mi rostro cubierto de lágrimas que se confundían con la suya, mientras le sonreía de manera forzada, un gesto sin alegría, porque no quería que muriera. No podía soportarlo.
-Eso no importa, Oshin -dije, mi voz rasposa, luchando por mantener la calma. Besé el dorso de su mano, sintiendo el sabor metálico de su sangre que se había mezclado con la mía. Ese sabor rancio, como si la muerte ya estuviera presente en nuestras venas, me invadió y me asfixió. En ese instante, todo se desvaneció, todo excepto él. Rocky corría hacia nosotros, a