Capítulo 4. Unidos por contrato

-Qué sorpresa verla aquí, señorita… ¿Anya, verdad? No esperaba verla en Helsinki. Me dice mi guardia que llegó hace días, buscándome.

Anya no salía de su estupor. Ese hombre, temible y a la misma vez tan magnético que la dejaba inquieta por las sensaciones que generaba en ella, era precisamente a quien su padre le había pedido que buscara.

Parecía una locura.

-¿Usted… es Kasparov?

Él asintió, acercándose a ella con lentitud.

-Mikhail Kasparov. Es el apellido de mi madre. Lo que aún no me explica es por qué me está buscando. Estoy seguro de que sabe de lo que soy capaz, y no tengo gran tolerancia, así que espero que vaya al grano, señorita… ¿Para qué me busca? Recuerde que accedí a perdonar su vida una vez. Espero que no haga que me arrepienta. ¿Cómo me encontró?

La joven decidió hablar apresuradamente, antes de que ese demonio se le acercara más:

-Soy Anya, hija de Dmitry, él ha muerto hace unos días y me envió a buscarlo, por protección… según mi padre, usted se lo debe…

Mikhail se detuvo, confuso.

-¿Dmitry?

Él se quedó pensativo unos momentos. La volvió a mirar, recorriéndola concienzudamente con los ojos.

Estaba algo diferente a la noche en el bar, más femenina y atractiva. Sin duda, en otra situación, aprovecharía su posición.

Ella enrojeció, incómoda por el fuego de esa mirada, e intentó excusarse. Llevaba ropa que Kiana le había prestado.

-Perdone mi apariencia, no logré salir de Rusia con nada, una mujer que conocí aquí me prestó algo…

Tenía puesto un vestido ajustado de color azul como sus ojos, el cabello suelto y un tapado de piel artificial negro. Se veía diferente a cuando la conoció, más atractiva.

Tras unos segundos de silencio, él le contó:

-Hace algunos años, en medio de una "operación", me hirieron. Su padre me encontró en esa situación, me llevó a un lugar seguro, y me salvó de una muerte segura. Es probable que por eso él la haya enviado a buscarme, quedé en deuda con Dmitry…

Se hizo un silencio incómodo.

Ella no estaba segura si esa deuda también contemplaba a las dos hijas de su salvador, que estaban desamparadas ahora.

Tampoco estaba segura, ahora que estaba frente a él, de querer la ayuda de un hombre como Kasparov, pero tenía bastante claro que no había quedado en una posición en la que pudiera elegir.

Miró a su alrededor, vio algunos objetos en la enorme sala, además del fragmento de un tatuaje asomando en la mano de Mikhail, con lo poco que sabía de la mafia rusa y sus alcances, una sospecha se instaló en su pecho.

Aunque Dmitry la había mantenido al margen de todo siempre que había podido, en secreto, ella sabía mucho más de lo que su padre creía.

Por eso, reconoció las señales.

Era claro que Mikhail Kasparov era un miembro importante de Zorro Blanco, una facción muy poderosa de la mafia, que tomaba su nombre del zorro ártico típico de la tundra, un sobreviviente.

El nombre los representaba bastante bien. Habían resurgido luego de un periodo de latencia tras el cual casi desaparecen.

Pero por la riqueza de esa casa, y el porte de Mikhail, enfundado en un costoso traje negro, era claro que él formaba parte de los altos mandos.

Necesitaba a un hombre como él si quería encontrar a Sonya y vengar a su padre.

Necesitaba sus recursos, aunque Kasparov le diera cierto terror.

Y necesitaba saber qué tan profunda era esa alianza forzada con Dmitry, así que habló sin rodeos, abandonando de pronto el trato formal con el que había empezado:

-Esa deuda con mi padre… entiendo que si él me envió a buscarte es porque tiene mucha importancia en su mundo, aunque yo no sepa mucho y me haya mantenido al margen todo lo que pudo. Ahora, mi hermana y yo necesitamos tu ayuda, él necesita ser vengado para descansar en paz…

Él notó el cambio, y le siguió el juego. Además, ahora quería saber más de su historia.

-¿Hermana? ¿Dónde está?

Anya miró al suelo con dolor.

-La perdí en el camino, nos traicionaron… un "amigo de mi padre", Chekov, nos vendió. Tengo que encontrarla, tengo que vengarme de él y de Jasha por lo que le hizo a papá… No dispongo de mucho tiempo. Sonya… tiene apenas diez años. Y una enfermedad que requiere medicinas con frecuencia: algo de claustrofobia y asma… Tienes que ayudarme…

Mikhail la observó con suspicacia y sonrió con malicia.

-¿"Tengo" que ayudarte?

Ella lo miró con desafío, y luego suspiró.

No estaba segura de cómo actuar frente a ese hombre. Pero Anya no sabía suplicar.

Tenía heridas poderosas en su alma, heridas que nadie conocía, que le impedían ser esa mujer que mira con sumisión y se arrodilla por su vida.

Ya no más.

Además estaba el asunto de la deuda de vida. Incluso alguien como ella, sabía que era importante en la mafia, un asunto de honor.

-Sí, tienes que ayudarme. Y lo mejor sería que te casaras conmigo, estaría más segura y podría llevar a cabo el rescate de mi hermana… y mi venganza que ahora también es tuya. Te juro que honraré mi lugar como tu esposa, seré tan útil como pueda, pero estoy convencida de que es lo mejor.

Mikhail se mostró disgustado. No le gustaba la presión que Anya ejercía, mucho menos el extraño sentimiento que la idea de casarse con ella le producía. La sangre parecía bullir en su interior y sabía que era a causa del deseo.

Sin embargo, nada de todo este asunto le agradaba, y con una mueca en su rostro, se lo dejó claro:

-No pienso casarme, Anya. Claro que honraré mi deuda y te protegeré… y a tu hermana. Pero no seremos marido y mujer, no veo la necesidad… Aún no comprendo por qué las persiguen o por qué las traicionaron. Sin embargo, no creo que sea importante que estemos casados, aunque siento que me ocultas algo importante.

Anya sí que creía que era importante. Casarse era la única manera de asegurarse de que él no la traicionaría, de que cumpliera con su parte del trato sin lugar a dudas.

¿Cómo podía sentirse a salvo con un hombre como él, si no se convertía en una verdadera parte de su vida, si no tenían un vínculo aunque fuera en papel?

¿Cómo garantizar su seguridad y la de su hermana si no lo conocía?

Pero comprendía los reparos de Kasparov. Él tampoco la conocía lo suficiente.

Así que apeló a su última arma, una que no le servía de nada si no encontraba a su hermana ni vengaba a su padre.

Una a la que no tenía sentido aferrarse si no lograba su objetivo.

-¿Y si te ofrezco algo más a cambio? Entiende, yo necesito garantías. Pero puedo ver que tú también. No nos conocemos así que puedo comprender que te niegues a casarte conmigo…

Él la miró con desconfianza, pero visiblemente interesado.

-¿Qué puedes tener para ofrecer? Dijiste que no habías logrado salir con nada de Rusia. ¿Tiene que ver con el motivo por el que te persiguen?

Ella sacó de su pecho la pequeña caja envuelta en una bolsa.

-No salí con nada… excepto esto.

Mikhail se acercó con cautela.

-¿Qué es eso?

-Te lo diré. Pero dame tu palabra de que no intentarás quitármelo a la fuerza.

Sonrió de costado, tentado de rechazar cualquier trato. Pero estaba picado por la curiosidad, y por el brillo de esos ojos profundamente azules.

-Bien, Anya. Te doy mi palabra.

-Espero que tu palabra tenga tanto valor como creo…

Él se estaba enojando.

-Comienzo a perder la paciencia… no me insultes…

Ella alzó las manos en señal de tregua.

-Bien, de acuerdo.

Anya abrió la pequeña caja y le explicó:

-Esta es la razón por la que Jasha torturó y asesinó a mi padre, y por la que Chekov, su amigo de años, lo traicionó. Es un mapa, uno que indica la ubicación exacta de un tesoro, el del gran capo de la mafia internacional, Bruno Villalobos…

Los ojos de Mikhail brillaron. Ese tesoro era una leyenda. Era el sueño de cientos de hombres dentro y fuera de las organizaciones del submundo clandestino, una utopía nacida cuando Villalobos se vio obligado a escapar de su país y esconder su fortuna mientras su poder se dividía en varias facciones a lo largo y ancho del mundo.

La escrutó entrecerrando sus ojos grises.

-Bien… parece interesante. Y prometedor. ¿Qué me propones?

Anya guardó el mapa nuevamente en la caja, y la refugió en su pecho, mirándolo con fijeza y resolución, mientras iba diseñando en su mente una estrategia.

-Un contrato. Si aceptas casarte conmigo, por tres años, y me ayudas a encontrar a mi hermana, y darle a Jasha su merecido, compartiré el mapa contigo, es decir, repartiremos el tesoro a partes iguales cuando lo encontremos… Debería bastar para que me ayudes con mi venganza y para pagar tu deuda con mi padre.

Kasparov podía tener frente a él, en ese preciso instante, la posibilidad que había estado esperando toda su vida, el acceso al poder definitivo, con la única condición de darle tres años de su vida a Anya, eliminar algunos obstáculos que tarde o temprano se cruzarían en su camino, como Jasha y sus hombres, y buscar a una niña extraviada.

No parecía un mal trato, hasta se veía demasiado fácil.

Además, la joven era una imagen agradable para tener cerca, aunque podría complicar bastante sus rutinas actuales.

Pero era un precio que estaba dispuesto a pagar a cambio de la mitad del tesoro de Villalobos.

Así que la miró a los ojos, y le respondió:

-De acuerdo. Llamaré a mi abogado de confianza ahora mismo, para que redacte nuestro acuerdo por escrito, para seguridad de ambos. Estoy seguro que ninguno de nosotros desea una sorpresa en estos tres años… ¿Alguna condición en particular para este peculiar casamiento?

Un escalofrío recorrió la espalda de Anya.

-Yo… Bueno… Además de dejar claro todo lo concerniente al mapa… Preferiría…

Él la cortó de inmediato.

-No te preocupes, no te obligaré a tener intimidad conmigo y consumar realmente este matrimonio, tengo claro que es un negocio y sólo algo para los papeles. No tendremos relaciones, a menos que tú lo quieras…

La idea la paralizaba, y no precisamente porque Mikhail no le pareciera tan atractivo como un dios nórdico.

-Gracias… eso estará bien.

Él sintió que el aire se había enfriado, como si ella ocultara un secreto grave.

Tendría que averiguarlo.

Después de todo, en breve serían marido y mujer.

El abogado de Kasparov fue eficiente.

Pronto tenían redactado un contrato claro y preciso, tras lo cual solicitaron un juez y obtuvieron sus papeles legales de matrimonio, sin ceremonia ni nada del estilo, todo en menos de veinticuatro horas.

Al fin y al cabo, no era una boda real.

Si no una estrategia para sobrevivir.

Lo siguiente fue cambiar el nombre de Anya, para su protección en ese mundo de la mafia y para despistar a sus posibles perseguidores.

Era mejor que creyeran que se podía haber ahogado en el helado mar.

Había sido idea de Mikhail y, sin duda, parecía un plan inteligente.

Así que Anya se transformó en Agnes Laine de Kasparov.

El primer movimiento de Mikhail, apresurado por saldar su parte del trato, fue enviar a uno de sus hombres a eliminar a Jasha.

Él sicario viajó en secreto hasta el corazón de Viborg, interrogó con poca amabilidad a Chekov, dejándolo malherido y camino a una muerte segura, y encontró a su objetivo, en una casa con bastante seguridad.

Esperaba a un hombre con cierta influencia, pero fácil de derrotar.

Sin embargo, este singular asesino resultó más difícil de aniquilar de lo esperado, escapando por los pelos del subordinado de Mikhail, aunque gravemente herido.

Lo cual sería un grave error de cálculo de parte del nuevo aliado de la hija de Dmitry.

Jasha parecía una alimaña inútil, pero era hábil y además, no estaba solo, como podría haber creído Kasparov.

Era mucho más que un simple traficante.

Por eso, tarde o temprano, haberlo menospreciado le pesaría.

El torturador de Dmitry escapó a Lituania, precisamente porque allá, dentro de una de las organizaciones más poderosas, estaba su cuñado, que no era otro que Boris Kiev, el líder de Oso Negro.

En busca de protección, le reveló a Boris toda la historia del mapa al tesoro de Villalobos, despertando el interés del jefe mafioso.

Mikhail Kasparov, lejos de comenzar a saldar su deuda con su nueva esposa, Agnes, estaba a punto de entrar en un torbellino de conflictos.

Agnes, todavía, tenía muchos secretos por descubrir.

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