La mesera se dio la vuelta y se acerco a Alejandro y le susurro al oído —cuídala mucho, y no la lastimes, eres un hombre guapo, inteligente y atractivo, pero ten cuidado lo que vayas a decirle —añadió. Segundos después miro a Luciana con ojos expresivos y una sonrisa.
Alejandro suspiro.
— Disfruten de su noche —dijo con una voz suave, casi susurrante, antes de alejarse, dejando tras de sí una energía inquietante.
Luciana seguía observándola mientras se alejaba, como si una parte de su mente estuviera a punto de descubrir algo crucial. No podía dejar de pensar en esos ojos, en ese collar. Una parte de ella quería seguirla, hacerle preguntas, descubrir por qué sentía esa extraña conexión, pero Alejandro la interrumpió suavemente, colocando una mano sobre la suya.
— Luciana, cariño mío, mírame —dijo con voz tensa—. Hay algo que debes saber.
Ella apartó la mirada de la mesera, volviendo a centrarse en Alejandro, aunque una parte de su mente seguía revoloteando en torno a la misteriosa mu