No me gustaba el rumbo que estaba tomando su conversación. Mi hermanastro me observaba de una manera muy distinta a lo habitual.
—Andy, ¿estás borracho? ¿Te estás escuchando lo que me estás reclamando? —cuestioné.
—No estoy borracho. Me desaparecí toda la tarde para que nuestros padres no estuvieran al pendiente de nosotros. —confesó, y claro que eso era bueno, tenía lógica el muy cabrón.
—Me voy, no es saludable que estemos a solas.
—¿Por qué no? —cuestionó acercándose aún más, acarició mi rostro y me dio una mirada tierna y… lujuriosa.
—Por… porque…
Mis palabras fueron interrumpidas por sus labios. ¡Me está besando! Joder, el papacito que tengo como hermanastro me está besando y yo estoy… juro que estoy babeando por él.
—Andy, Andy, nos pueden…
—Olvídate del resto del mundo. Haz de cuentas que afuera no hay nadie y que en esta isla solo la habitamos tú y yo. —Susurró.
Un gemido salió de lo más profundo de mi ser, me estaba encantando lo que estaba sucediendo, aunque tenía mucho mied