Unas semanas más tarde, comenzaron el programa de fertilidad. El médico que consultaron les explicó cuidadosamente que las posibilidades eran escasas, dado el estado sensible del cuerpo de Angie y las complicaciones que había experimentado anteriormente. Sin embargo, Dafe simplemente sonrió y tomó la mano de su esposa con fuerza.

"Si todavía hay un uno por ciento de posibilidades", dijo en voz baja frente al médico, "entonces eso es suficiente para que luchemos".

Desde ese día, sus vidas estuvieron marcadas por horarios de exámenes, inyecciones de hormonas y dietas estrictas. Angie se sintió cansada a veces, pero cada vez que veía a Dafe, que siempre la acompañaba, le traía agua o simplemente le masajeaba los hombros por la noche, se sentía fuerte de nuevo.

Todas las mañanas caminaban ligeramente en el jardín trasero del apartamento. Dafe siempre la provocaba con pequeñas bromas.

"Si tenemos un hijo, quiero que herede tus ojos suaves", dijo una mañana.

Angie se rió entre dientes, mira