Lilka y yo nos pusimos a charlar tanto que tuve que ponerme el vestido que había comprado para mí.
Solo me dio tiempo a llevar las cosas a casa de Yegor, ponerme los zapatos y salir corriendo al restaurante.«Florecita, ya llegas tarde», me llegó un mensaje de texto en cuanto me subí al taxi y di la dirección.«¿Otra vez me estás siguiendo?».«Es que ya estoy aquí y tú no».«Puedes esperarme».«Sin duda, flor».Diez minutos más tarde, caminaba con paso seductor y lento hacia Yegor. Para mi sorpresa, el restaurante estaba casi vacío. Al verme, Yegor se levantó y me devoró con la mirada mientras me acercaba a él. Y yo también lo admiraba. Esos trajes estrictos le quedan muy bien, sobre todo cuando sabes lo que esconden debajo, esos tatuajes...—¡Lisa, estás incre&i