—¿No quieres nada más? —fruncí el ceño.
—¡Lisa! ¡No me enfades ahora! ¡Si no quieres que te recuerde cómo estuviste toda la noche medio desnuda delante de mis amigos! —frunció el ceño con malicia y se fue a vestirse.
¡No estaba dispuesta a aceptar eso!
—¿Quizás es hora de hablar sobre cómo me has estado espiando? ¿Y de dónde sacaste las llaves de mi departamento?
—¿Quizás quieres que te vuelva a tumbar sobre esta mesa? —Yegor salió ya vestido con pantalones, la camisa sin abrochar del todo y mirándome con ira.
—¡Yegor! ¡Ya es demasiado! ¡Siempre me callas, ya sea con un beso o con sexo! ¡No puedo seguir así! —Yegor se acercó más a mí.
—No me enfades ahora, flor, y haz lo que te he dicho. Hablaremos