- Sea como sea, ¡he decidido no rendirme tan fácilmente! Y ahora... ¿nos vamos a bañar? - propuso Lilka.
- No, yo voy a tomar el sol boca abajo. ¡Mejor úntame la espalda!- ¡Pídeselo a Tumanski! ¡Yo quiero nadar! - espetó mi amiga y se marchó. Miré hacia los chicos. Y veo cómo Andrey sonríe, le dice algo a Tumansky y se tira de cabeza a la piscina. Incluso me salpica. A Yegor ni siquiera tuve que llamarlo, se acercó a mi tumbona, se sentó a mi lado, puso su mano sobre mi vientre y empezó a acariciarlo con ternura.—¿Me untas la espalda? —le sonreí y le pasé la crema.—No estoy seguro de poder parar después. Cuando toco tu cuerpo, se me pone dura como una roca y ¡quiero follártela! —dijo Yegor con una sonrisa pícara, pero cogió la crema de todos modos.