Léa
Nuestros cuerpos están en simbiosis, abrazados por un deseo desenfrenado. Y mientras me dejo llevar por la magia del momento, una voz interior me susurra que esta mañana es el comienzo de una nueva aventura, llena de pasión, intimidad y promesas inexploradas.
Nuestra delicada danza termina cuando Maxime me atrae de nuevo a sus brazos, y solo anhelo una cosa: saborear cada segundo de este despertar embriagador, como si el mundo exterior ya no existiera.
Con una sonrisa, sé que esta mañana no solo nos despertaremos. Vamos a redescubrirnos, una y otra vez, con la pasión como única brújula. En la atmósfera cargada de deseo y ternura, el ritmo de nuestros latidos resuena en la habitación. Casi he olvidado el mundo exterior cuando, de repente, un golpe firme resuena contra la puerta. Al instante, esta serenidad se interrumpe bruscamente. Mi corazón se acelera, no por la sorpresa, sino por el presentimiento de lo que podría ser.
Maxime, aún acostado a mi lado, se incorpora frunciendo el