Maxime
La tensión es palpable. Cada segundo que pasa me acerca al momento en que todo va a cambiar. Marc cree tener el control, pero no se da cuenta de que está bailando sobre una cuerda floja. No soy el tipo de hombre que juega al ajedrez sin prever varios movimientos por delante.
Léa está en silencio, sentada en el sofá de la sala, con las piernas dobladas bajo ella. Me mira sin decir nada, pero veo claramente la tormenta en sus ojos.
— ¿No duermes todavía? murmura.
— Tengo demasiadas cosas en la cabeza.
Ella se endereza y se acerca a mí, posando una mano ligera sobre mi brazo.
— No te voy a pedir que me expliques todo, pero... ¿estás seguro de que sabes lo que haces?
Le tomo suavemente la mano, la aprieto ligeramente.
— Sí.
No parece convencida, pero no me contradice.
— Entonces ten cuidado, susurra antes de apartarse.
La miro alejarse hacia la habitación, luego me levanto y recojo mi teléfono. Es hora de lanzar la última fase del plan.
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La Trampa
Hugo ya está en el lugar cuando