Inicio / Romance / Amor interior / Capítulo 33 – El Ojo en la Sombra
Capítulo 33 – El Ojo en la Sombra

Maxime

Soy un hombre de control.

Todo en mi vida está calculado, anticipado, dominado.

Pero esta noche, frente a Léa y su mirada desafiante, siento un ligero deslizamiento bajo mis pies. Una sensación casi imperceptible... y, sin embargo, peligrosa.

Ella juega conmigo.

O tal vez juega el juego que le he impuesto con una facilidad desconcertante.

Sea como sea, no tengo la intención de dejarle la delantera.

Ella aún no sabe que está bailando sobre una cuerda floja.

Y que yo soy quien sostiene ambos extremos.

— No te des demasiada importancia, Léa, murmuro inclinándome ligeramente hacia ella.

Ella sonríe, con un destello burlón en el fondo de los ojos.

— Oh, pero no soy yo quien me doy importancia, Maxime. Eres tú quien ha decidido que yo la tengo.

Aprieto la mandíbula.

Esta mujer...

Está volteando mi propio juego en mi contra.

Y lo que es peor: creo que me divierte.

---

La Prueba del Fuego

El camarero llega con una botella de vino, una cosecha carísima que ni siquiera necesito pedir. Aquí, todo el mundo conoce mis hábitos.

La observo verter el líquido oscuro en nuestras copas antes de desaparecer con una discreción impecable.

Luego, lentamente, levanto mi copa hacia Léa.

Ella me mira, duda una fracción de segundo, y luego hace lo mismo.

Nuestras copas chocan en un tintineo cristalino.

— Por nosotros, murmuro.

Ella arquea una ceja.

— ¿Por nosotros?

— Por esta noche, aclaro con una sonrisa enigmática.

No me quita los ojos mientras lleva su copa a los labios.

Estoy fascinado por la manera en que mantiene su máscara, cómo intenta hacerme frente a pesar de la situación.

Pero soy paciente.

Y nunca he perdido una partida.

---

El Depredador se Convierte en la Presa

La sala está llena de murmullos apagados, de miradas furtivas intercambiadas entre los poderosos de este mundo.

Conozco esta atmósfera de memoria.

La domino.

Pero esta noche, algo es diferente.

Alguien nos observa.

Lo siento.

Un escalofrío casi imperceptible recorre mi nuca.

Mi mirada barre la habitación sin prisa, analizando cada detalle, cada rostro, cada gesto.

Luego, finalmente, lo localizo.

A tres mesas de distancia, cerca de una ventana que da a la ciudad iluminada.

Un hombre solo.

No particularmente notable, vestido con gusto pero sin excesos, el tipo de figura que se funde en la multitud.

Pero está ahí.

Y está mirando a Léa.

Fijamente.

Dejo mi copa y me enderezo ligeramente, sin brusquedad.

— No te des la vuelta demasiado rápido, murmuro a Léa manteniendo mi expresión relajada.

Ella se congela imperceptiblemente.

— ¿Está ahí?

— Sí. A tres mesas más allá, cerca de la ventana.

Ella deja lentamente su copa y juega con el tallo entre sus dedos, simulando despreocupación.

Luego, sutilmente, echa un vistazo al hombre en cuestión.

Y veo su cuerpo tensarse.

— ¿Léa?

Su rostro se cierra instantáneamente.

Agarra su servilleta y la aplasta sobre sus rodillas con un gesto mecánico.

— Tenemos que irnos, dice con voz baja, tensa.

Frunzo el ceño.

— Lo conoces.

Ella no responde.

Pero su silencio dice mucho.

---

Una Caza Inesperada

No discuto.

Hago un gesto discreto al camarero, luego me levanto, tendiendo una mano a Léa.

Ella la agarra sin dudar.

Cruzamos la sala con paso medido, sin prisa.

Siento la mirada del hombre siguiéndonos.

Espero el momento en que cometa un error.

Cuando se mueva.

Cuando nos siga.

Y eso es exactamente lo que hace.

En cuanto cruzamos las puertas del restaurante, lo escucho detrás de nosotros.

Sus pasos son casi silenciosos. Profesionales.

Pero no lo suficiente.

Con un movimiento rápido, empujo a Léa contra una pared y saco mi arma, ocultándola bajo mi abrigo.

Ella abre los ojos como platos.

— Maxime...

— Silencio.

El hombre se detiene a unos metros.

Es bueno.

No retrocede.

No intenta huir.

Sabe que está atrapado.

Lo miro, listo para actuar ante el más mínimo movimiento sospechoso.

— ¿Quién eres? pregunto con voz calma.

Léa se tensa a mi lado, y percibo el ligero temblor en su respiración.

Ella tiene miedo.

Y no me gusta eso.

El hombre esboza una sonrisa lenta, casi divertida.

— Un amigo.

No me muevo, mis dedos apretados sobre mi arma.

— Tienes una extraña manera de demostrarlo.

Su mirada se desliza sobre Léa, y ella tiembla.

— Ha pasado tiempo, Léa.

Su voz es suave, ligeramente burlona.

Léa desvía la mirada, sus dedos crispándose sobre mi manga.

Lo conoce.

Y no quiere que esté aquí.

Aprieto los dientes.

— Voy a hacer la pregunta una última vez, digo, mi paciencia desgastándose peligrosamente.

El hombre me mira a los ojos.

Y esta vez, su sonrisa se desvanece.

— Estoy aquí para recuperar lo que me pertenece.

Un silencio helado cae entre nosotros.

Léa se estremece.

Me quedo inmóvil.

Luego, lentamente, apunto mi arma a su pecho.

— Mala respuesta.

El hombre no parpadea.

Pero lo veo.

El destello de tensión en sus ojos.

Él tiene miedo.

Y debería tenerlo.

Porque nadie.

Nadie.

Toca lo que es mío.

Y acaba de cometer el peor error de su vida.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP