Léa
El impacto de las fotos entre mis manos me aturde.
Se deslizan lentamente al suelo, mi aliento entrecortado luchando por estabilizarse.
Alguien me está observando.
No es Maxime.
Es otro.
Y eso lo cambia todo.
Levanto la vista hacia él. Su mirada está anclada en la mía, ardiente de intensidad, pero también de control.
Él sabía.
Él sabía y estaba esperando a que cayera en la trampa para obligarme a confiar en él.
— ¿Desde hace cuánto tiempo? mi voz es casi un susurro.
No aparta la mirada.
— Varias semanas.
Un escalofrío recorre mi espalda.
— ¿Por qué no me lo dijiste antes?
Se acerca lentamente, calculando cada movimiento, como un depredador frente a una presa renuente.
— Porque habrías huido.
Aprieto los dientes.
Tiene razón.
Pero eso no cambia el hecho de que me ha manipulado.
— ¿Nunca me dejas la opción? escupo, con los puños apretados.
Una sonrisa fugaz roza sus labios.
— No.
Mi respiración se detiene.
Ni siquiera intenta mentirme.
Me encierra en su mundo, en su lógica retorcida