Maxime
Soy un hombre de control.
Todo en mi vida está calculado, anticipado, dominado.
Pero esta noche, frente a Léa y su mirada desafiante, siento un ligero deslizamiento bajo mis pies. Una sensación casi imperceptible... y, sin embargo, peligrosa.
Ella juega conmigo.
O tal vez juega el juego que le he impuesto con una facilidad desconcertante.
Sea como sea, no tengo la intención de dejarle la delantera.
Ella aún no sabe que está bailando sobre una cuerda floja.
Y que yo soy quien sostiene ambos extremos.
— No te des demasiada importancia, Léa, murmuro inclinándome ligeramente hacia ella.
Ella sonríe, con un destello burlón en el fondo de los ojos.
— Oh, pero no soy yo quien me doy importancia, Maxime. Eres tú quien ha decidido que yo la tengo.
Aprieto la mandíbula.
Esta mujer...
Está volteando mi propio juego en mi contra.
Y lo que es peor: creo que me divierte.
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La Prueba del Fuego
El camarero llega con una botella de vino, una cosecha carísima que ni siquiera necesito pedir. Aq