Maxime
Saco mi teléfono y marco un número.
— ¡Mierda, Maxime, ¿qué está pasando? pregunta Adrien al descolgar.
— Han tomado a Léa.
Un silencio pesado.
— ¿Moretti?
— ¿Quién más?
Un sonido de vidrio roto al otro lado de la línea.
— Joder. ¿Qué hacemos?
Miro de nuevo la habitación, buscando una pista, un detalle que me diga a dónde la han llevado.
— Los vamos a rastrear. Hasta el último.
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Léa – Prisionera en la Sombra
Abro lentamente los ojos.
Me duele la cabeza.
Tengo la boca seca, un dolor punzante en la parte posterior del cráneo.
¿Dónde estoy?
El olor a humedad y metal me golpea primero.
Estoy atada.
Las muñecas unidas en la espalda, los tobillos atados.
Mi corazón se acelera.
Intento liberarme, pero las ataduras son apretadas.
— No sirve de nada que te debates.
La voz resuena en la habitación.
Levanto la cabeza y descubro a un hombre apoyado en la pared, una sonrisa arrogante en el rostro.
— ¿Quién eres tú?
Se acerca lentamente, se agacha frente a mí.
— Puedes llamarme Riccardo.
Su mirada se desliza sobre mí con un brillo malicioso.
— Maxime debe estar furioso, dice riendo.
Mi sangre se hiela.
— Vendrá.
Levanta una ceja.
— No lo dudo.
Se levanta y se da la vuelta hacia la puerta.
— Pero, ¿llegará a tiempo? Esa es otra historia.
Sale, dejando que la oscuridad cierre sus garras sobre mí.
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Maxime – A la Caza del Tiempo
El coche avanza en la noche.
Adrien está al volante, yo en el asiento del pasajero.
En mi puño, un teléfono recuperado de uno de los cadáveres que he dejado atrás.
Un mensaje recibido hace una hora.
"Lo tenemos. Almacén sur. Sé inteligente, Maxime."
Lo releo una y otra vez, la ira burbujeando bajo mi piel.
— Llegamos en cinco minutos, dice Adrien.
Cargo mi Glock.
— Sin prisioneros.
No responde. Lo sabe.
Esta noche, no habrá negociaciones.
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El Almacén – Una Lluvia de Balas
Nos detenemos a unos cien metros del edificio de ladrillo en ruinas.
Adrien saca un rifle de asalto del maletero y me lo entrega.
— ¿Lo hacemos limpio?
— Lo hacemos rápido.
Avanzo en la oscuridad, mi dedo en el gatillo.
Dos guardias frente a la puerta.
Saco mi cuchillo.
Un suspiro, una sombra.
El primero cae, la garganta cortada.
El segundo no tiene tiempo de reaccionar antes de que mi cuchillo se clave en su pecho.
Recupero su arma y le hago una señal a Adrien.
Entramos.
El pasillo está sumido en una semi-oscuridad.
Las voces resuenan a lo lejos.
Avanzo lentamente, silenciosamente.
Una puerta.
Escucho con atención.
— Moretti quiere que lo llevemos mañana.
— ¿Y si Maxime aparece esta noche?
Una risa.
— Ni siquiera sabe dónde estamos.
Pateo la puerta y abro fuego.
El primer hombre cae de inmediato.
El segundo intenta alcanzar su arma, pero una bala entre sus dos ojos pone fin a su carrera.
Un tercero surge de otra habitación.
Adrien lo derriba antes de que tenga tiempo de gritar.
Solo tengo un pensamiento.
¿Dónde está Léa?
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Léa – El Miedo y la Rabia
Gritos.
Disparos.
Mi corazón salta.
Maxime.
Me debato con más fuerza, mis muñecas arden bajo las cuerdas.
La puerta se abre bruscamente.
Riccardo.
Sostenía un arma.
— Una pena, dice sacudiendo la cabeza.
Levanta el cañón hacia mí.
Cierro los ojos.
Se oye un disparo.
Pero no es él quien dispara.
Abro los ojos.
Riccardo cae.
Detrás de él, Maxime, su arma aún humeante.
Nuestras miradas se cruzan.
— Me has encontrado, murmuro.
Se acerca y corta mis ataduras.
— Te dije que te mantuvieras a salvo.
— Y yo te dije que no decidieras por mí.
Una sonrisa fugaz aparece en su rostro.
Pero se desvanece de inmediato.
— Tenemos que irnos. Ahora.
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La Huida – Una Explosión y una Promesa
Corremos a través del almacén.
Adrien nos cubre, eliminando a los últimos hombres en nuestro camino.
Suena una alarma.
— ¡Muévanse! grita Adrien.
Tiro de Léa hacia afuera.
Detrás de nosotros, una explosión hace temblar el suelo.
El almacén arde, las llamas lamiendo el cielo nocturno.
Léa se aferra a mi brazo, jadeante.
La aprieto contra mí.
— Se acabó, susurra.
Fijo la mirada en el incendio.
Moretti no se detendrá.
— No, digo. Esto es solo el comienzo.
La miro a los ojos.
— Quiso ir tras ti.
Mi voz se endurece.
— Él lo pagará.
El olor del humo y la sangre se adhiere a mi piel.
El almacén sigue ardiendo detrás de nosotros, iluminando la noche como una gigantesca hoguera.
Léa tiembla ligeramente contra mí. Siento su respiración rápida, su corazón latiendo aún bajo la adrenalina.
Aprieto los dientes.
Moretti se atrevió.
Se atrevió a tocar a Léa.
Voy a hacer que lo lamente.— Maxime, no podemos quedarnos aquí, dice Adrien, los ojos fijos en las carreteras circundantes.
Tiene razón. Esta carnicería atraerá a la gente, y no solo a los policías.
Tomo a Léa de la mano y la guío hacia el coche.
— Regresamos a casa.
MaximeElla me lanza una mirada sorprendente.— ¿En tu casa?Asiento con la cabeza.— No puedes volver a casa, Léa. Es el primer lugar donde te buscarán.Ella duda. Veo en sus ojos que quiere protestar, pero sabe que tengo razón.Entonces, se queda callada y sube al coche.---Léa – Una Noche de DudaMiro por la ventana del vehículo, las luces de la ciudad desfilando ante mis ojos cansados.Mi cuerpo está adolorido, mi mente en ebullición.Moretti quería capturarme.¿Por qué?No soy una amenaza para él.A menos que…Echó un vistazo a Maxime.Su mandíbula está tensa, sus manos apretadas sobre el volante.Él es a quien quería alcanzar.Lo sé.Moretti ha entendido que soy su debilidad.Un escalofrío me recorre.¿Soy un peso para él? ¿Un obstáculo para su venganza?Inhalo profundamente.— Maxime.Él gira la cabeza hacia mí, una ceja levantada.— Vas a matarlo, ¿verdad?Su mirada se endurece.— Sí.Sin ninguna vacilación.Me muerdo los labios.No hay vuelta atrás.---El Refugio de Maxime
MaximeEn el centro de la habitación, Moretti sigue allí.Se ha caído de su silla, una herida abierta en la sien, pero aún respira.— Hijo de puta… murmuro mientras me incorporo.Tropiezo, mi arma aún apretada en mi mano.Moretti abre lentamente los ojos y se ríe débilmente.— ¿Crees que eres tú quien ha ganado?Levanto mi Glock y se la apunto.— Has terminado, Moretti.Él se ríe.— Si muero, otros tomarán mi lugar...Aprieto los dientes.Puede que tenga razón, pero no importa.No hago esto por el poder.Lo hago por Léa. Por mi honor.Por mí.No le doy tiempo para agregar una palabra más.Un disparo resuena.Moretti se desploma, una bala en la cabeza.Se ha terminado.Pero la guerra apenas comienza.Léa – La Espera InsoportableEl teléfono permanece mudo.Por más que miro la pantalla, esperando una notificación, una vibración, una llamada… nada.Los minutos se estiran en horas.Camino de un lado a otro en el apartamento de Maxime, los nervios a flor de piel.¿Y si algo ha salido mal?
MaximeEl silencio en el apartamento es gélido.Léa se ha ido.La puerta se cerró de golpe detrás de ella hace una hora, y yo sigo aquí, paralizado, incapaz de moverme.Me ha dejado.Bueno... Lo intentó.Porque no entiende.No se puede abandonar este mundo. Y mucho menos a mí.Pero lo peor no es que se haya ido.Es que lo dejé pasar.Tomo una profunda respiración y saco un cigarrillo. El olor del tabaco se mezcla con los restos de whisky en el aire.Mi mano tiembla ligeramente mientras levanto el encendedor.Nunca tiemblo.Estoy perdiendo el control.Un golpe seco contra la puerta me hace levantar la cabeza. Adrien.— Mal momento, gruñí.Él entra de todos modos.— No hay tiempo para tus tonterías, Max. Tenemos un problema.Suelto un suspiro y aplasto mi cigarrillo en el cenicero.— ¿Cuál?— Los rusos. Han contactado a uno de nuestros tenientes. Creen que estás debilitado desde la muerte de Moretti y la caída de los Rinaldi. Quieren apoderarse del mercado.Sonrío lentamente.— Entonces
LéaEl impacto de las fotos entre mis manos me aturde.Se deslizan lentamente al suelo, mi aliento entrecortado luchando por estabilizarse.Alguien me está observando.No es Maxime.Es otro.Y eso lo cambia todo.Levanto la vista hacia él. Su mirada está anclada en la mía, ardiente de intensidad, pero también de control.Él sabía.Él sabía y estaba esperando a que cayera en la trampa para obligarme a confiar en él.— ¿Desde hace cuánto tiempo? mi voz es casi un susurro.No aparta la mirada.— Varias semanas.Un escalofrío recorre mi espalda.— ¿Por qué no me lo dijiste antes?Se acerca lentamente, calculando cada movimiento, como un depredador frente a una presa renuente.— Porque habrías huido.Aprieto los dientes.Tiene razón.Pero eso no cambia el hecho de que me ha manipulado.— ¿Nunca me dejas la opción? escupo, con los puños apretados.Una sonrisa fugaz roza sus labios.— No.Mi respiración se detiene.Ni siquiera intenta mentirme.Me encierra en su mundo, en su lógica retorcida
MaximeSoy un hombre de control.Todo en mi vida está calculado, anticipado, dominado.Pero esta noche, frente a Léa y su mirada desafiante, siento un ligero deslizamiento bajo mis pies. Una sensación casi imperceptible... y, sin embargo, peligrosa.Ella juega conmigo.O tal vez juega el juego que le he impuesto con una facilidad desconcertante.Sea como sea, no tengo la intención de dejarle la delantera.Ella aún no sabe que está bailando sobre una cuerda floja.Y que yo soy quien sostiene ambos extremos.— No te des demasiada importancia, Léa, murmuro inclinándome ligeramente hacia ella.Ella sonríe, con un destello burlón en el fondo de los ojos.— Oh, pero no soy yo quien me doy importancia, Maxime. Eres tú quien ha decidido que yo la tengo.Aprieto la mandíbula.Esta mujer...Está volteando mi propio juego en mi contra.Y lo que es peor: creo que me divierte.---La Prueba del FuegoEl camarero llega con una botella de vino, una cosecha carísima que ni siquiera necesito pedir. Aq
MaximeUn buen depredador nunca deja ver sus intenciones.Pero este tipo, él cometió un error.Se traicionó.Léa está tensa a mi lado, sus dedos crispados en mi brazo. Su aliento es corto, y puedo sentir el miedo vibrar en ella. No es una reacción exagerada, no es un farol.Este hombre no es un desconocido.Él la conoce.Y ella sabe exactamente de lo que es capaz.Mantengo mi arma levantada, aunque discretamente oculta bajo mi chaqueta. Mi mirada está fija en él, analizando cada pequeño movimiento.— Te lo voy a decir una última vez, murmuro, mi voz helada. No tienes nada que recuperar aquí.El hombre sostiene mi mirada sin parpadear, pero veo en sus ojos un destello de desafío.— Eso no te corresponde decidirlo, Valence.Se atrevió.Se atrevió a pronunciar mi nombre.Mi mandíbula se tensa y mis dedos se crispan ligeramente en mi arma. Está jugando con fuego, y lo sabe.Pero antes de que pueda reaccionar, Léa se interpone, posando una mano temblorosa en mi brazo.— Para, susurra. No a
MaximeCierro los ojos un momento, inhalando lentamente para calmar el instinto de rabia que ruge en mí. No me gusta esto. No me gustan los secretos, especialmente cuando afectan a una persona bajo mi protección.Detrás de mí, oigo el agua de la ducha detenerse. Léa saldrá pronto, y sé que no me dirá todo. No todavía.Pero tengo mis métodos.Y estoy decidido a arrancar la verdad, ya sea de sus labios o a través de mis propias investigaciones.---Cara a CaraUnos minutos más tarde, Léa reaparece, envuelta en una bata blanca, con el cabello aún húmedo. Se ve mejor, pero su mirada sigue estando atormentada. Se detiene al verme frente a mi computadora.— ¿Qué haces? —me pregunta suavemente.No aparto la vista de la pantalla.— Hago lo que siempre hago cuando alguien se interesa demasiado en lo que me pertenece.La siento estremecerse ligeramente.— Maxime… —comienza.Cierro la computadora y me giro hacia ella, cruzando los brazos.— ¿Quién es realmente Marc?Léa baja la cabeza, mirando a
MaximeMarc me fija, su mirada oscilando entre desconfianza y cálculo. Intenta ocultar su nerviosismo, pero percibo las microexpresiones que traicionan su incertidumbre. Sabe quién soy, o al menos, ha oído hablar de mí. Y si mi nombre solo no es suficiente para asustarlo, el arma bajo la servilleta en la mesa debería recordarle que está jugando en un terreno peligroso.Léa, por su parte, no se mueve. Aprieta su taza de té entre sus dedos, con los nudillos blancos. Siento su tensión, su miedo, pero también algo más. Un destello de determinación. Ya no quiere ser una víctima.Marc se relaja ligeramente y muestra una sonrisa torcida.— Es encantadora esta puesta en escena, pero sabes tan bien como yo que no puedes matarme aquí.Levanto una ceja.— ¿Quién habla de matarte?Su sonrisa se congela.— ¿Crees que voy a jugar tu juego, Valence?— No es un juego, Marc. Es una advertencia.Me inclino ligeramente hacia adelante, mi mirada atravesando la suya.— Léa está bajo mi protección. ¿Sabes