Maxime
El silencio reina en el apartamento. Léa sigue en el sofá, con los brazos cruzados, su mirada fija en la mía. Espera explicaciones, y sé que no dejará el asunto.
Retiro lentamente mi camisa manchada de sangre y la tiro sobre una silla.
— Dime qué pasó, Maxime.
Mi mandíbula se tensa.
— ¿Realmente quieres saber?
Ella no parpadea.
— Sí.
Me acerco y coloco mis manos sobre sus hombros.
— He solucionado un problema. Alguien me ha traicionado.
Sus ojos se agrandan.
— Y tú... ¿lo has...
— Hice lo que tenía que hacer.
Ella retrocede un paso, una sombra de incertidumbre cruzando su rostro.
— ¿Me estás diciendo que has matado a alguien esta noche?
Suspiré, pasando una mano por mi cabello.
— Léa, este mundo no funciona con juicios y abogados. Son ellos o yo.
Ella baja la mirada, su respiración ligeramente temblorosa.
Me acerco de nuevo y deslizo un dedo por debajo de su mentón para obligarla a mirarme.
— Moretti no se detendrá. Debo golpear antes que él.
Ella frunce el ceño.
— ¿Y yo en todo esto? ¿Qué soy? ¿Solo una distracción entre dos ajustes de cuentas?
Tomo una respiración.
— No. Eres mucho más que eso.
Su mirada titubea.
— Entonces, pruébalo.
Un desafío.
Asiento lentamente.
— Quédate aquí. Me encargaré de todo.
— No quiero quedarme aquí esperando a que regreses cubierto de sangre.
Aprieto los puños.
— Es mejor así.
Ella sacude la cabeza, exasperada.
— Deja de decidir por mí.
Me da la espalda y entra en la habitación, cerrando la puerta de un golpe.
Me quedo un momento mirando la puerta cerrada.
Luego tomo mi teléfono.
— Prepara todo. Esta noche, atacamos.
---Sede de Moretti – El Próximo Objetivo
En una lujosa villa, Moretti está sentado en un sillón de cuero, con un vaso de whisky en la mano. Fija la pantalla frente a él.
Una foto de Léa.
Golpea su vaso con el dedo, una sonrisa maliciosa en los labios.
— Realmente le importa, murmura.
Su brazo derecho, un hombre de complexión imponente, asiente.
— Ella es su punto débil.
Moretti bebe un sorbo y deja el vaso sobre la mesa.
— Entonces nos aprovecharemos de eso.
Desliza un dossier hacia su hombre de confianza.
— Quiero que desaparezca esta noche.
---La Noche Caerá – El Asalto
Estoy escondido en la sombra de un almacén abandonado.
Delante de mí, el escondite de uno de los hombres de Moretti.
La hora de la venganza ha llegado.
Hago una señal a mis hombres. Tres siluetas se deslizan silenciosamente a mi lado.
— Sin errores, digo en voz baja. Entramos, eliminamos y recuperamos la información.
Asienten.
Ajusto mi arma, respiro profundamente, y luego me deslizo hacia la puerta trasera.
Un guardia.
Lo agarro por detrás y le corto la garganta antes de que pueda gritar.
Su cuerpo se desploma sin ruido.
Avanzo.
Otro guardia patrulla cerca de un coche.
Un disparo silencioso.
Él cae.
Entramos.
El interior está débilmente iluminado, con cajas de armas apiladas en un rincón.
Tres hombres discuten alrededor de una mesa.
Hago una señal a mis hombres.
Abrimos fuego.
Las balas silban.
Los enemigos caen uno a uno.
Un último hombre intenta huir.
Lo alcanzo y lo empujo contra una pared.
— ¿Quién te dio mi información?
Tiembla.
— Yo... No sé... Moretti...
Aprieto los dientes y coloco mi arma contra su cráneo.
— Mala respuesta.
Disparo.
Su cuerpo se desploma.
Registro rápidamente la habitación y encuentro un dossier sobre la mesa.
Lo abro.
Fotos de mí.
Y de Léa.
Mi corazón se detiene un latido.
Moretti ya no solo me apunta a mí.
Él quiere a Léa.
M****a.
— ¡Nos movemos!
Tomo los documentos y salgo apresuradamente.
Debo regresar antes de que sea demasiado tarde.
---Léa – El Secuestro
Léa sigue en el apartamento, sentada en la cama, pensativa.
Recuerda las palabras de Maxime.
¿Realmente puede confiar en él?
Un ruido en el pasillo.
Se levanta de golpe.
Su corazón se acelera.
Algo no va bien.
Se dirige hacia la puerta, pero antes de que tenga tiempo de reaccionar, es violentamente arrojada al suelo.
Un saco negro es presionado sobre su cara.
Ella grita, lucha, pero unos brazos poderosos la levantan.
Todo se vuelve negro.
---Regreso al Apartamento – Demasiado Tarde
Subo las escaleras de dos en dos, la adrenalina quemando mis venas.
Abro la puerta de golpe.
Vacío.
— ¿Léa?
Ninguna respuesta.
Luego veo.
Una silla caída.
Marcas de lucha.
Un mensaje escrito en letras rojas en la pared.
"Ven a buscarla."
Un escalofrío helado recorre mi espalda.
Aprieto los puños.
Moretti acaba de firmar su propia condena.
MaximeSaco mi teléfono y marco un número.— ¡Mierda, Maxime, ¿qué está pasando? pregunta Adrien al descolgar.— Han tomado a Léa.Un silencio pesado.— ¿Moretti?— ¿Quién más?Un sonido de vidrio roto al otro lado de la línea.— Joder. ¿Qué hacemos?Miro de nuevo la habitación, buscando una pista, un detalle que me diga a dónde la han llevado.— Los vamos a rastrear. Hasta el último.---Léa – Prisionera en la SombraAbro lentamente los ojos.Me duele la cabeza.Tengo la boca seca, un dolor punzante en la parte posterior del cráneo.¿Dónde estoy?El olor a humedad y metal me golpea primero.Estoy atada.Las muñecas unidas en la espalda, los tobillos atados.Mi corazón se acelera.Intento liberarme, pero las ataduras son apretadas.— No sirve de nada que te debates.La voz resuena en la habitación.Levanto la cabeza y descubro a un hombre apoyado en la pared, una sonrisa arrogante en el rostro.— ¿Quién eres tú?Se acerca lentamente, se agacha frente a mí.— Puedes llamarme Riccardo.
MaximeElla me lanza una mirada sorprendente.— ¿En tu casa?Asiento con la cabeza.— No puedes volver a casa, Léa. Es el primer lugar donde te buscarán.Ella duda. Veo en sus ojos que quiere protestar, pero sabe que tengo razón.Entonces, se queda callada y sube al coche.---Léa – Una Noche de DudaMiro por la ventana del vehículo, las luces de la ciudad desfilando ante mis ojos cansados.Mi cuerpo está adolorido, mi mente en ebullición.Moretti quería capturarme.¿Por qué?No soy una amenaza para él.A menos que…Echó un vistazo a Maxime.Su mandíbula está tensa, sus manos apretadas sobre el volante.Él es a quien quería alcanzar.Lo sé.Moretti ha entendido que soy su debilidad.Un escalofrío me recorre.¿Soy un peso para él? ¿Un obstáculo para su venganza?Inhalo profundamente.— Maxime.Él gira la cabeza hacia mí, una ceja levantada.— Vas a matarlo, ¿verdad?Su mirada se endurece.— Sí.Sin ninguna vacilación.Me muerdo los labios.No hay vuelta atrás.---El Refugio de Maxime
MaximeEn el centro de la habitación, Moretti sigue allí.Se ha caído de su silla, una herida abierta en la sien, pero aún respira.— Hijo de puta… murmuro mientras me incorporo.Tropiezo, mi arma aún apretada en mi mano.Moretti abre lentamente los ojos y se ríe débilmente.— ¿Crees que eres tú quien ha ganado?Levanto mi Glock y se la apunto.— Has terminado, Moretti.Él se ríe.— Si muero, otros tomarán mi lugar...Aprieto los dientes.Puede que tenga razón, pero no importa.No hago esto por el poder.Lo hago por Léa. Por mi honor.Por mí.No le doy tiempo para agregar una palabra más.Un disparo resuena.Moretti se desploma, una bala en la cabeza.Se ha terminado.Pero la guerra apenas comienza.Léa – La Espera InsoportableEl teléfono permanece mudo.Por más que miro la pantalla, esperando una notificación, una vibración, una llamada… nada.Los minutos se estiran en horas.Camino de un lado a otro en el apartamento de Maxime, los nervios a flor de piel.¿Y si algo ha salido mal?
MaximeEl silencio en el apartamento es gélido.Léa se ha ido.La puerta se cerró de golpe detrás de ella hace una hora, y yo sigo aquí, paralizado, incapaz de moverme.Me ha dejado.Bueno... Lo intentó.Porque no entiende.No se puede abandonar este mundo. Y mucho menos a mí.Pero lo peor no es que se haya ido.Es que lo dejé pasar.Tomo una profunda respiración y saco un cigarrillo. El olor del tabaco se mezcla con los restos de whisky en el aire.Mi mano tiembla ligeramente mientras levanto el encendedor.Nunca tiemblo.Estoy perdiendo el control.Un golpe seco contra la puerta me hace levantar la cabeza. Adrien.— Mal momento, gruñí.Él entra de todos modos.— No hay tiempo para tus tonterías, Max. Tenemos un problema.Suelto un suspiro y aplasto mi cigarrillo en el cenicero.— ¿Cuál?— Los rusos. Han contactado a uno de nuestros tenientes. Creen que estás debilitado desde la muerte de Moretti y la caída de los Rinaldi. Quieren apoderarse del mercado.Sonrío lentamente.— Entonces
LéaEl impacto de las fotos entre mis manos me aturde.Se deslizan lentamente al suelo, mi aliento entrecortado luchando por estabilizarse.Alguien me está observando.No es Maxime.Es otro.Y eso lo cambia todo.Levanto la vista hacia él. Su mirada está anclada en la mía, ardiente de intensidad, pero también de control.Él sabía.Él sabía y estaba esperando a que cayera en la trampa para obligarme a confiar en él.— ¿Desde hace cuánto tiempo? mi voz es casi un susurro.No aparta la mirada.— Varias semanas.Un escalofrío recorre mi espalda.— ¿Por qué no me lo dijiste antes?Se acerca lentamente, calculando cada movimiento, como un depredador frente a una presa renuente.— Porque habrías huido.Aprieto los dientes.Tiene razón.Pero eso no cambia el hecho de que me ha manipulado.— ¿Nunca me dejas la opción? escupo, con los puños apretados.Una sonrisa fugaz roza sus labios.— No.Mi respiración se detiene.Ni siquiera intenta mentirme.Me encierra en su mundo, en su lógica retorcida
MaximeSoy un hombre de control.Todo en mi vida está calculado, anticipado, dominado.Pero esta noche, frente a Léa y su mirada desafiante, siento un ligero deslizamiento bajo mis pies. Una sensación casi imperceptible... y, sin embargo, peligrosa.Ella juega conmigo.O tal vez juega el juego que le he impuesto con una facilidad desconcertante.Sea como sea, no tengo la intención de dejarle la delantera.Ella aún no sabe que está bailando sobre una cuerda floja.Y que yo soy quien sostiene ambos extremos.— No te des demasiada importancia, Léa, murmuro inclinándome ligeramente hacia ella.Ella sonríe, con un destello burlón en el fondo de los ojos.— Oh, pero no soy yo quien me doy importancia, Maxime. Eres tú quien ha decidido que yo la tengo.Aprieto la mandíbula.Esta mujer...Está volteando mi propio juego en mi contra.Y lo que es peor: creo que me divierte.---La Prueba del FuegoEl camarero llega con una botella de vino, una cosecha carísima que ni siquiera necesito pedir. Aq
MaximeUn buen depredador nunca deja ver sus intenciones.Pero este tipo, él cometió un error.Se traicionó.Léa está tensa a mi lado, sus dedos crispados en mi brazo. Su aliento es corto, y puedo sentir el miedo vibrar en ella. No es una reacción exagerada, no es un farol.Este hombre no es un desconocido.Él la conoce.Y ella sabe exactamente de lo que es capaz.Mantengo mi arma levantada, aunque discretamente oculta bajo mi chaqueta. Mi mirada está fija en él, analizando cada pequeño movimiento.— Te lo voy a decir una última vez, murmuro, mi voz helada. No tienes nada que recuperar aquí.El hombre sostiene mi mirada sin parpadear, pero veo en sus ojos un destello de desafío.— Eso no te corresponde decidirlo, Valence.Se atrevió.Se atrevió a pronunciar mi nombre.Mi mandíbula se tensa y mis dedos se crispan ligeramente en mi arma. Está jugando con fuego, y lo sabe.Pero antes de que pueda reaccionar, Léa se interpone, posando una mano temblorosa en mi brazo.— Para, susurra. No a
MaximeCierro los ojos un momento, inhalando lentamente para calmar el instinto de rabia que ruge en mí. No me gusta esto. No me gustan los secretos, especialmente cuando afectan a una persona bajo mi protección.Detrás de mí, oigo el agua de la ducha detenerse. Léa saldrá pronto, y sé que no me dirá todo. No todavía.Pero tengo mis métodos.Y estoy decidido a arrancar la verdad, ya sea de sus labios o a través de mis propias investigaciones.---Cara a CaraUnos minutos más tarde, Léa reaparece, envuelta en una bata blanca, con el cabello aún húmedo. Se ve mejor, pero su mirada sigue estando atormentada. Se detiene al verme frente a mi computadora.— ¿Qué haces? —me pregunta suavemente.No aparto la vista de la pantalla.— Hago lo que siempre hago cuando alguien se interesa demasiado en lo que me pertenece.La siento estremecerse ligeramente.— Maxime… —comienza.Cierro la computadora y me giro hacia ella, cruzando los brazos.— ¿Quién es realmente Marc?Léa baja la cabeza, mirando a