Cuando salimos de mi trabajo fuimos directo al centro comercial le compré ropa elegante de mi gusto y llegamos directo a mi apartamento.
Teníamos tiempo de sobras (o eso pensaba) para hacer lo que me gusta: Molestar a Tenzin. Mis padres llegarían a las ocho y apenas eran las 4 de la tarde. Tome una ducha, Tenzin también, pero nos quedamos en ropas cómodas mientras preparamos la cena.
—Oye... —dije, mirándolo de reojo mientras el pollo estaba en el horno y sacaba la pasta para que no se volviera de más—. ¿Qué harías si estos besos... el de antes en mi oficina... no fuera actuación?
Él me mira, confundido.
—¿Qué dices ahora?
—¿Y si yo quisiera besarte otra vez pero de verdad?
Me observa con esos ojos oscuros llenos de preguntas, pero no dijo nada. Así que me acerqué. Muy despacio. Él no me miró mientras lavaba unas frutas. Nada.
—No juegues conmigo.
—¿Y si no juego?
Lo giro y lo beso. Esta vez más lento, más suave. Y él... él correspondió.
—Voy a necesitar más café para procesar esto.
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