Capítulo 38

Vi ochenta veces el video que le hice al hombre lobo en el techo de mi casa. Había pensado en llevarlo a la doctora Evans pero decidí luego no hacerlo porque ella podría divulgarlo a la policía y ellos podrían descubrir quién era, en realidad, el licántropo. Tampoco le dije nada a Alessia y menos a Hill, pese a que era una primicia mundial. Divulgar no solo la información sino el video del cánido, me daría fama, reconocimiento, premios y hasta un ascenso y estaría en plenas condiciones de pedir un suculento aumento de sueldo je je je. Me lloverían, además, ofertas de trabajo, incluso harían una película sobre mí y ¡¡¡ tendría el mundo a mis pies!!!, sin embargo, yo me había enamorado de la bestia. Era la verdad y no podía delatarlo.

Yo tenía las imágenes nítidas de ese ser, mirándome fijamente, haciendo brillar sus ojos, mostrándome sus fauces, sus colmillos afilados, tenía un acercamiento de sus bíceps enormes, sus músculos como una gran y maciza cordillera, sus brazos grandes,
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