Capítulo 37

No pude contener mi curiosidad. En realidad escuchar todo eso, los pasos, sus jadeos, los soplidos y el chorro de los orines de la bestia que merodeaba mi casa, me excitó mucho, demasiado, me estremeció hasta el último pedacito de mi sensual anatomía. Como les digo, yo tenía un sueño súper erótico cuando me desperté y ahora me sentía más extasiada y atraída por el hecho que esa fiera estuviera afuera marcando mi techo, adjudicándome como su hembra y eso encendía mis fuegos, calcinándome. De repente, yo ya era un lanzallamas y la candela chisporroteaba por todos mis poros.

Decidí echar un vistazo a mi azotea. El pensarme que un hombre lobo me consideraba como su hembra, me hacía sentir muy sexy y especial, eufórica, incluso. Tomé mi bate de béisbol, encendí mi celular para hacer videos y fui de puntitas hacia las escaleras. No quería hacer ruido, tampoco, pues quería ver detenidamente a la bestia, captarlo en imágenes y mostrárselas a la doctora Evans. Con esas pruebas irrefutable
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