Dimitar estiró aún más la sonrisa. -McCloud era un vampiro. Gergely odia tanto a los hombres lobos como a los vampiros, ese tipo es un enajenado mental-, me dijo. Eso yo no lo sabía, pensaba que Gergely únicamente odiaba y detestaba a los licántropos.
Dimitar era sincero en sus palabras. Sus ojos estaban pintados de resolución y entereza. Él pudo haber matado a Waldo o a Garret, atacar Stone Valley, secuestrarme y golpearme, pero renunció a todo por estar con Alessia. Esa noche, incluso, se iban a Europa a iniciar su nueva vida. Había vendido su escopeta, y las balas de plata, no quería saber más de la cacería de cánidos ni saber de vampiros o de la cofradía y de sus venganzas atroces. Lo dejaba todo por amor, por Alessia.
-Si le haces daño a mi amiga, no habrá piedra alguna en el mundo donde puedas esconderte de mi furia-, le advertí, sin embargo, mostrándole mis puños. Yo, de todas maneras, estaba recelosa con él. Alessia era mi amiga y temía que ese tipo la pudiera last