Hill me llamó a mi casa. Yo dormía apaciblemente porque era ya casi la medianoche. -¡¡¡Lucescu, ándate de inmediato a la joyería "El Fulgor", hay una toma de rehenes!!! ¡¡¡Levan casi tres horas allí!!!-, me gritó, haciendo estallar mis tímpanos.
-Estoy durmiendo, jefe-, le dije, sin embargo. Yo estaba a buen recaudo bajo mis edredones y en pijama, cómodamente instalada en mis almohadas.
-Alessia no responde y no tengo ningún redactor cerca. Tú estás a dos cuadras de la joyería. Lleva tu móvil, quiero videos y fotos exclusivas de lo que está pasando en la joyería-, me dijo y ¡pum!" me colgó sin darme ocasión a defenderme. A veces pienso que Hill es un tirano, un ogro o un monstruo. Malhumorada me puse mi jean, una blusa gruesa, mi chamarra, calcé zapatillas y así, ojerosa, bostezando, sin peinarme ni pintarme, fui a toda prisa, corriendo hasta la joyería que, en efecto, estaba muy cerca de mi casa, en el centro comercial.
La policía lo tenía todo acordonado. -Es un hampón