58. Cenizas de un pacto
El silencio que siguió al enfrentamiento fue casi más abrumador que la batalla misma.
El aire olía a magia quemada y ceniza. El palacio, antaño símbolo de esplendor, yacía herido. Pilares agrietados, vitrales destrozados y un halo dorado suspendido en el aire marcaban el rastro de lo que había sido una colisión de fuerzas ancestrales.
Zuke permanecía de rodillas en el centro del salón, con el cuerpo bañado por una luz tenue que comenzaba a desvanecerse. La energía que la había envuelto instantes antes se había disipado tan bruscamente como había estallado. Su respiración era errática. Sus manos temblaban. Sus ojos, aún abiertos, parecían mirar más allá del presente.
—Zuke... —susurró Karios, corriendo hacia ella.
Pero al tocar su hombro, una oleada de energía residual lo empujó hacia atrás como si una barrera aún la protegiera. No era magia común; era algo más profundo. Un eco antiguo, palpitando en su interior.
Aemin rugió suavemente desde lo alto del salón. No como un llamado de gue