Bajo la oscuridad de su celda, Menna pensaba.
De repente, el sonido de la llave en la cerradura interrumpió el silencio. La pesada puerta se abrió, revelando no al carcelero, sino al Capitán Hesy. Entró solo, su figura proyectando una larga sombra en el suelo de piedra.
—Arquitecto Menna.
Menna se puso de pie.
—Capitán Hesy. ¿Has encontrado algo sobre Huni?
—He notado una actividad inusual en el carcelero —dijo Hesy—. El carcelero se ha vuelto algo parlanchín. Y no es un hombre que suela compartir sus pensamientos. Últimamente ha estado murmurando mucho.
Menna contuvo el aliento. —¿Qué... clase de murmullos?
—He escuchado los murmullos sobre barcazas que llegan vacías. Sobre el desvío de los recursos del Nilo.
—La red del visir es profunda, Capitán —dijo Menna—. Se extiende más allá de lo que imaginamos. Hasta el Nilo.
—Lo sé. Mis propios informantes también me han traído esos ecos. Pero la palabra de un carcelero, o de un humilde trabajador, no tiene el mismo peso q