La edad no importa, Catalina.
PUNTO DE VISTA DE ADRIÁN.
Vi a Catalina alejarse de la mesa y no pude evitar preguntarme qué estaría pensando.
Había estado distraída toda la noche y, aunque yo intentaba concentrarme en el asunto que nos ocupaba, mis pensamientos no dejaban de desviarse hacia ella.
Volví a centrar mi atención en Óscar Delgado, que estaba de pie con confianza frente a la multitud, pronunciando su discurso.
Estaba tan imponente como siempre, con una voz fuerte y clara. Pero incluso mientras asentía con la cabeza, fingiendo estar completamente concentrado, mi mirada se desviaba de vez en cuando hacia la entrada por donde se había ido Catalina.
Cuando terminó el discurso, los aplausos fueron corteses pero entusiastas, y pude ver la admiración en los ojos de la gente.
Óscar era bueno en eso: cautivar a la sala, hacer que la gente creyera en lo que decía.
Ya lo había visto antes, pero esa noche había algo diferente en él. Parecía más alegre y más abierto, y no conseguía entender por qué.
Cuando la gente