―¿Estás bien, Rachel?
Inhalo profundo. No puedo mentirle a mi mejor amiga, puede reconocer con mucha facilidad cuando lo hago. Así que prefiero ser sincera y le digo la verdad. Aparto la mirada de la ventana y la desvío en su dirección.
―No me siento bien haciendo esto, Victoria ―bufo con preocupación―. Tengo un mal presentimiento acerca de esto.
Me le quedo mirando a los ojos. Espero que me comprenda.
―Lo sé ―bufa resignada―, pero no tuve otra opción.
Se justifica, avergonzada.
―Es que… ―callo durante algunos segundos―, ir a ese lugar me pone muy nerviosa e incómoda.
Me observa angustiada.
―Por favor, no te enfades conmigo, Rachel ―indica en tono de culpabilidad―. Era traerte conmigo o dejarte a la buena de Dios ―niega con la cabeza―. Y dejarte abandonada en aquella calle, nunca fue una opción para mí.
Sonrío, agradecida. Me acerco a mi amiga, la abrazo y recuesto mi cabeza en su pecho.
―No estoy enojada contigo, Vicky, sé que no tienes nada que ver con lo que está pasando.