Sé que debería salir corriendo y alejarme de este lugar para siempre, pero mis piernas no me responden. He quedado como piedra y con los ojos clavados en aquella asquerosa e inmunda escena. ¿Cómo pudo engañarnos de esta manera?
―Soy el instrumento de Dios y él está hablando a través de mí, Michael ―pronuncia con la voz ronca y cargada de deseo―. Está diciéndote que esta es la única manera en la que puedes ser perdonado y absuelto por tus faltas ―susurra al incrementar la velocidad de sus embestidas―, de que vuelvas a encaminarte por el sendero del Señor, nuestro padre.
A través de la abertura de sus piernas, puedo ver las del chico. Su cuerpo oculto tras la figura musculosa y fuerte de la del reverendo Graham. Su perpetrador, el ser más miserable y sucio de este planeta. De repente se aleja de él, lo arrastra a empujones y lo sube sobre la mesa de madera de seis puestos que está ubicada en el centro de la habitación. Lo acuesta de espaldas sobre esta y, acto seguido, encarama sus pie