—Tengo hambre ahora. —Hoy no podía, no le he comprado el anillo.
—Hoy no, debo comprar algo mañana.
Nos quedamos mirando, sus ojos brillaron, y que me dé una cachetada si quiere, sentí la necesidad de besarla.
» ¡A la mierda!
Acuné su rostro, uní nuestros labios, tenía miedo, pero al ver que ella correspondió al beso, comenzamos a devorarnos la boca.
» Te amo. —sonrió.
—Llévame a mi casa.
Afirmé. Al menos no me insultó. Llegamos a la casa de Rafael, la ayudé a bajar, me despedí de la niña, le había pedido que guardara el secreto. Comencé a despedirme de todos.
—Ricky, deberías quedarte. —Fue el comentario de la señora Samanta—. Ya es de noche. Ya Catalina y Dylan llegaron a Bogotá, es mejor que no estés por la Arbolada.
—Bien.
—Quédate en el cuarto que tenía Dylan. —La mamá de Cata siempre tan especial.
—Gracias, señora Samanta.
Dormí a Cadie, luego me fui al cuarto, tomé un baño, miré si Dylan tenía al menos una camiseta, no había nada. Tocaron a la puerta, Betty me entregó una camis