El corazón me latía a mil. Llegamos a Bogotá, ahora esperamos la conexión a Montería, si Dios lo permite estaré sobre las cuatro. Llegamos hace un par de horas, almorzamos y decidimos ingresar a la sala de espera. Moría de ansiedad.
—Cálmate, me tienes nerviosa a mí también.
—Lo siento, abuela. Estoy a una hora de verla y siento mucho susto. —sonó mi celular.
—Hola, Rafa.
—Me alegra que llegaran bien, acabo de ver el mensaje que mandaste hace más de un par de horas. Estaba trabajando, ya llegué a la casa. En un momento te paso la dirección o ¿quieres que vaya a buscarte?
—Llevamos bastante equipaje, mientras consigo una casa, estaré molestándote.
—Ya hemos hablado de eso y no es molestia, además tu finca ya se encuentra casi lista. A la espera de ser amoblada.
—Eso lo hará Cata y mi abuela. ¿Qué dijo de la entrevista?
—No me habla, dedujo que esa foto yo te la envié, me echaste al agua. Está sentida con su mamá y con sus abuelos, porque ellos te defienden.
—Y saber que no puedo aún co