Los días siguientes pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Reuniones, llamadas, desayunos con Valentina en la terraza, almuerzos de negocios y visitas al hotel principal. Alejandro volvía a su rutina sin problema y sin espacio para pensar demasiado.
Así debía ser desde que pisó Madrid. Esa era su vida soñada. Organizada, eficiente e impecable. Trataba de mantener los recuerdos del beso con Sofía y el hombre que fue demasiado amigable con ella fuera de la universidad, lejos de su mente.
Había sido completamente inútil al inicio, pero con el pasar de los días, ese recuerdo fue borrado de su mente... finjamos que sí.
Valentina era la mujer perfecta y eso lo hacía sentir tranquilo. Su familia hablaba de la boda con entusiasmo. Sería después de que él tomara el control del grupo hotelero. Su madre no dejaba de enviarle fotos de trajes y flores para que eligiera lo que más le gustaba para ese día. La prensa ya empezaba a filtrar rumores sobre el enlace del año y los paparazzi no lo dejaban e