John
Al llegar a casa, John dejó caer su maletín en el sofá del amplio salón, sin inmutarse por el golpe seco que resonó en el espacio vacío. Se aflojó la corbata, se quitó la chaqueta y respiró hondo antes de dirigirse al comedor. La mesa del desayuno seguía exactamente igual que la había dejado por la mañana, como si el tiempo se hubiera detenido allí, congelado.
Se pasó una mano por su espeso cabello negro, despeinándolo ligeramente en un gesto de frustración. Sus ojos recorrieron cada detalle de la habitación, desde los jarrones con flores frescas hasta las sillas impecablemente alineadas. Era como si ella aún estuviera allí, cuidando cada detalle para complacerlo.
Caminó hacia la cocina, que estaba silenciosa e impecablemente ordenada. Abrió el refrigerador, buscando alguna bebida fría para intentar aliviar el nudo en la garganta. Para su sorpresa, encontró varios cuencos cuidadosamente ordenados, todos etiquetados con fechas y pequeñas notas escritas con la delicada letra de Eli