John
La ciudad pareció desvanecerse en el horizonte mientras John conducía. Las calles, antes tan familiares, se convirtieron en borrones ante su mirada fija en la carretera. Sus manos se aferraron con fuerza al volante, como si intentara controlar no solo el coche, sino también el torbellino de sentimientos que lo abrumaba.
Dejando atrás las avenidas principales, entró en un barrio más tranquilo, una zona residencial de clase alta en auge. Era una zona menos acomodada que los círculos que solía frecuentar, pero que poco a poco iba ganando prestigio con sus elegantes casas, calles arboladas y el silencio típico de quienes valoran la discreción.
Fue entonces cuando divisó la casa.
Blanca, de líneas clásicas y con un jardín bien cuidado, exudaba una sobriedad que contrastaba con el lujo ostentoso de las mansiones que solía visitar. No era una mansión, pero tenía una discreta grandeza.
John aparcó el coche frente a la puerta y apagó el motor. Se quedó dentro del vehículo unos segundos, o