John
Al llegar a casa, John abrió la puerta con cierta aprensión. No sabía por qué sentía aquello. Elizabeth estaba allí, como siempre. Ella levantó el rostro al verlo entrar.
— Buenas noches, John —dijo con una voz suave y gentil.
— Buenas noches —respondió él, observándola.
Sus ojos recorrieron a Elizabeth de pies a cabeza; ella llevaba un vestido nuevo gris, sin detalles, de mangas largas, que parecía apagar aún más su presencia. Tenía el mismo patrón que la ropa que él mismo le había dado.
— Veo que saliste hoy —dijo él, con la voz fría, sin emoción aparente, escondiendo la frustración—. ¿Compraste ropa nueva?
Elizabeth bajó la mirada y asintió, avergonzada al sentir que John la examinaba de arriba abajo.
— Sí —fue lo único que dijo.
John guardó silencio durante unos segundos. Se acercó un poco más. Su mirada reflejaba indiferencia, pero por dentro algo pesado le corroía el pecho. No era así como esperaba encontrarla.
Quería verla con colores suaves o vivos, con brillo en los oj