Martha
En la mansión Walker, Martha colgó el teléfono con un suspiro pesado y el ceño fruncido.
—¿Qué ha pasado, querida? —preguntó Roger, dejando su taza de té sobre la mesa de centro.
—Es tu hijo… no me contesta. —Su tono era seco, irritado. Cada vez que se refería a John de ese modo, Roger sabía que algo la había molestado profundamente.
—Hace mucho tiempo que John no nos visita, no atiende ni devuelve mis llamadas… —continuó, con amargura—. Seguro es culpa de esa mujercita.
Roger suspiró, tratando de no mostrar incomodidad. Nunca había entendido la antipatía de Martha hacia su nuera. Él mismo simpatizaba con Elizabeth, pero, para evitar conflictos, jamás expresaba su opinión.
—Sabes que a John no le gusta sentirse presionado —dijo con voz tranquila—. Y tú lo presionaste para que se divorciara. Si insistes en ese asunto, terminarás alejándolo aún más.
Martha guardó silencio unos segundos, sopesando las palabras de su marido. Sabía que tenía razón, aunque le costara admitirlo.
—Hace