Ajeno a los pensamientos de Bruce, John permaneció recostado, con la mirada perdida en el horizonte.
Bruce incluso creyó que su jefe se había olvidado de su presencia. Pensando en ello, decidió hacer algo para llamar su atención.
—Fui a la iglesia hoy —dijo John con voz baja pero firme.
Bruce arqueó una ceja, sorprendido. ¿John Walker en una iglesia?
—¿En la iglesia?
John asintió, aún con la mirada perdida.
—Hablé con el sacerdote… y con una mujer del coro. Descubrí cosas que… —suspiró—, que debería haber sabido hace mucho tiempo.
—¿Sobre la señora Walker?
John asintió de nuevo, esta vez con una sonrisa irónica.
—Dio su tiempo… y su corazón. Tocaba el piano para los ancianos en una residencia, enseñaba música a niños en un orfanato. Cantaba en un coro. Todos la extrañan, Bruce. Todos… y yo no sabía que tocaba el piano. John esbozó una sonrisa amarga e hizo una pausa, con la mirada perdida en el vacío.
—Y le prohibí cantar —dijo John, llevándose la mano a los ojos al recordar la escena