Luciano salió directo al hospital, al llegar, inmediatamente, se dirigió al consultorio del doctor Santiesteban.
El hombre no podía negar que se sentía angustiado, culpable y perdido, su corazón estaba lleno de miedos e inseguridades, pues era más que justificada la reacción de su hermana, nuevamente había antepuesto sus intereses sobre Almendra.
- Santiesteban, ya estoy aquí, ¿qué debo firmar? -dijo el hombre irrumpiendo en su consultorio.
Fernando, al verlo, lo observó, Luciano lucía angustiado y pálido. El médico estaba molesto, pero al verlo de esa manera, prefirió guardar sus comentarios y regaño para después.
- Luciano, me da gusto que finalmente aparezcas… -dijo Fernando con un tono sarcástico.
- ¡Lo sé! ¡Lo sé! Mi móvil estaba… Estaba en modo avión y no me percaté hasta que mi hermana llegó. -dijo Luciano jadeante.
- Pasa, firma estos documentos y procederemos a hacerle la transfusión, ya tenemos la sangre que usaremos en esta ocasión, pero, debes ser consciente de que, esta n