La sala de juntas estaba vacía. Apenas iluminada.
Isabella revisaba los archivos del operativo “Espejo”. Su propia operación encubierta, activada en caso de amenaza interna con vínculos al pasado.
Tenía frente a ella tres carpetas.
La de su padre: monitoreado, pero aún a salvo.
La de Alex: bajo vigilancia… aunque aún no sabía que lo vigilaban.
Y la más peligrosa: Maurice Adler.
—El juego acaba cuando yo diga, no cuando tú me provoques —susurró, como si él pudiera oírla.
Carla entró sin tocar.
—Ya está listo. Dani infiltró el protocolo. En cinco minutos simularemos una brecha de seguridad en Bio Lab. Los pondrá en alerta y moverán su sistema espejo. Así sabremos quién más está involucrado.
—Perfecto. Y activa la cámara interna del hospital. Quiero ojos en mi padre veinticuatro horas.
—¿Y Alex?
Isabella dudó. Luego habló firme.
—Déjalo fuera. Por ahora.
Carla frunció el ceño.
—¿No confías en él?
—Confío. Pero la verdad a medias también es una forma de protección.
Y Alex… está empezando