Elizabeth.Dialogaba fluidamente con Maya que había estado estremecida una vez mi confirmación para ir a la fiesta situada en una discoteca cerca de la ciudad. Ella rogaba en silencio que llegara la noche, reluciría el vestido más extravagante.—Hoy mis expectativas en los hombres son extremadamente altas. Brindaremos por todo aquello que no debió suceder jamás, pero fue justo para aprender de una lección.—gira a un costado de mi guiñándome el ojo.—Al parecer con esa mirada me dices: Ya sé mucho, nací siendo experta. Permíteme adquirir conocimientos atroces y hábiles, me serán fundamentales.La contemplo en otro ángulo y es muy bonita; inteligente, sus pecas resaltan en las mejillas junto al cabello rojizo que le da un contraste impecable con su tez. Maya es hermosa.—Lo que debemos hacer es elegir el atuendo, las horas corren y nosotras no estamos en trámite.—resoplo mordiendo el bolígrafo.—Tal vez unos vestidos cortos acordes a la cintura, nada ostentoso, pero menos sencillo.Entrec
Elizabeth—Dispongo del grandioso privilegio al mirarte en este vestido. Yo nunca pierdo el tiempo cuando sé lo que me favorece, Elizabeth.—cuestiona mi estúpida forma de razonar con sus últimas palabras.—Por cierto, me encanta ese escote, pero aborrezco el hecho de que resalten tus senos. No tienes la culpa de ver a otros morir, la tienen ellos por tener la vista donde no deberían. Ellos son míos.Retrocedo en pasos pequeños tragando nuevamente, distraigo mi mente capacitada para olvidar los momentos importantes, siendo este uno de ellos.Me está tentando con toda la intención.«Valor, cordura, no pierdas la postura, Elizabeth.»—Detente, Maxin, no sigas.—¿Por qué? ¿Cuál es la razón?—Ya está, deja de joderme cada vez que tienes la oportunidad.—se desplaza eliminando el mínimo espacio entre nosotros alzando la tela blanca presionando mi intimidad.Dejo escapar un vulnerable sonido y cierro de golpe las piernas con su dedo dentro.—No, muñeca. Abre las piernas.—Exige con la voz grues
Maxin—¿A qué se debe tu estancia el día de hoy para quedarte en la casa de Elizabeth, Maya? Debe ser muy importante.—articulo sabiendo la respuesta. Estaciono el auto frente a su apartamento que mantiene con código de seguridad al entrar y al salir de la propiedad. De esto mismo me he encargado priorizando lo que he dejado a medias. Aclaro mi garganta recargando mi brazo en la puerta esperando una respuesta que nunca llega. Se bajan apresuradas como si se les estuviera escapando el tiempo.Definir a Maya es una misión infactible para mí, no tengo conocimiento cuando miente o dice la verdad. Al contrario de Elizabeth...El celular vuelve a timbrar con una notificación de mensaje, es Tanger.Tanger: Investigue la ubicación y al parecer es en la casa de los Armani. Te veo ahora, apresúrate.«Armani» Los he familiarizado antes en revistas, una que otra parte de su organización en curas para las enfermedades letales de su país. Son propietarios de la mafia italiana.Maldición, Maya, qué
MaxinHan transcurrido treinta minutos y aún no doy con ellas. He revisado, inspeccionado las dos cocinas, las antesalas, recámaras, cada rincón de la vivienda. Mi cuerpo se tensa ante mi pensamiento culpable al no hallarlas por ningún lado.Las bocinas en mi entorno resaltan ruidosamente, las luces parpadean más frecuentemente al ritmo de la música. Sé que si no intento localizarlas no aparecerán por arte de magia. A Tanger me lo he cruzado incontables veces, ahora mismo él no tiene la capacidad para ayudarme. Resoplo frotándome las manos por la cara memorizando los lugares por los que he pasado.¡La alberca! Tienen que estar allí, esa es mi última opción. Camino a la dirección correcta no alcanzando mi objetivo puesto que golpeo el hombro de alguien que se detiene afligida.—¡Idiota!, fíjate bien...—no termina decir las palabras al alzar su cara y repararme cubriéndose la boca.—¿Realmente eres tú?—interroga la chica sin evitar tocarme la muñeca. No la reconozco de nada, no sé quién
Elizabeth. Con los brazos cruzados, moviendo la pierna esperaba por la llegada de su comentario. —No me evadas el tema ahora mismo.—reprendo seriamente sin respuesta alguna.—Tengo interés en lo que sucedió ayer con esos dos chicos. Lo único que sé son rumores de que son hermanos siendo totalmente cierto, al parecer tu sonrisa espléndida me deja acertar con ello. Maya se situaba en la esquina del balcón de mi habitación, pensativa, repasando todo lo implicado en la fiesta de ayer. Su resaca es bastante notoria junto con el dolor de cabeza que no intentaba disminuir. Esquivo el tener que imaginar lo ocurrido, a la vez es complicado por las marcas rojas que llevaba en la nuca afirmando su noche. Otro recuerdo irrumpe su mente porque vuelve a carcajearse en tanto se mira en el espejo sin poder creerlo. —Anteriormente te había puesto al día, no del todo aunque lo primordial para saber es que estoy en una relación con los dos y sí, son hermanos.—explica conforme a lo que empieza a recor
MaxinProsigo en ser servicial sin quedar tan exhausto a medida que avanzo y me recuerda el día menos esperado: Anuncio de la fecha del matrimonio.Trago en seco, presiento el nudo que interviene en mi garganta al nombrar a los imbéciles de los turcos. En contraste a la reunión en la que ahora me encuentro presente me saca de las casillas al no hallar alguna alternativa o posible solución de escape. El caos solo es un inicio, creí que éramos cuatro incluyendo a los turcos, no obstante, al cabo de quince minutos aparecieron los Armani junto a su padre, lo que me aturde constantemente.Hace años tenían un contrato de varias condiciones con mi padre, el mismo que redacta: «Si alguna de las dos organizaciones incumbe en conflictos, resulta en baja economía o mercancía, una de ellas puede realizar el paso para salvaguardar y proteger al otro. Una vez firmado el contrato, este permanecerá en juramento ejerciendo su ley estatal».El contrato expiró siete años atrás por lo que he leído en m
ELIZABETH Continuamente revisaba mi celular, mientras divagaba en varias publicaciones que a diario observaba. Me asusté en el sillón en tanto esperaba que mis padres se organizarán en la mesa para poder cenar.—¡Elizabeth, ya está colocada la mesa!— corrí escaleras abajo ante el llamado de mi madre.—Beth, en esta cena de hoy que quiero creer que no va ser la última de muchas aún así, te vamos a pedir un pequeño favor.—Con sólo mirar los ojos de mi padre ya estaba segura para asentir a ello.—Los voy ayudar hasta donde tenga la capacidad.—trague fuerte porque en efecto, no tenía nada que refutar.En conclusión, les tengo que agradecer todo lo que llevaron a cabo por mi en estos largos y tortuosos años.Mi madre toma la iniciativa de hablar.—Requerimos que viajes a París con prontitud. Las vídeoconferencias no están elevando la calidad de los impuestos. Créeme que nosotros podríamos ir allá, pero como te has enterado tenemos pendientes aquí mucho más graves.— expresa desanimada.Los
Elizabeth.—Vamos evacuando y despejando los pasillos, gracias.Que obsesión la de gritarme en el puto oído.Voy caminando hacia la entrada del aeropuerto en la cual me espera Rafael, mi conductor-guardaespalda, aunque es como un amigo para mí.—¡Elizabeth, un gusto verla por acá!—lo abrazo para después ayudarme a subir los equipajes.—Gracias por venir a recogerme.—¿Al apartamento o quiere que la deje en la empresa?—niego avisándole que directamente al apartamento, ya que estoy muy cansada y exijo un reposo antes de llegar a saturarme de trabajo.De camino una camioneta azul blindada se nos cruza y con dificultad Rafael logra desviarla.—¿Qué le pasa a ese hombre? ¿No ve o qué?— Mi insulto sale disparado con cara de disgusto.«Si nos hubiera chocado, tú misma hubieras resucitado para matarlo y tener paz.»Para ser sincera.—Tranquila, debe ser que aceleró un poco y no lo tuvo en cuenta.—Rafael me mira por el retrovisor y en voz baja me dice que esté calmada.Al final ya no se inter