Monique bostezó al despertarse a la mañana siguiente, solo para descubrir que su esposo no estaba a su lado una vez más. Al parecer, ya se había levantado, y ella sabía perfectamente en qué andaba: debía de estar en la cocina, preparando el desayuno para ambos. Estaba segura de que también ya había alimentado a Lucky y a Cocoa. Aunque ella se despertara temprano, él siempre se adelantaba.
Así era su esposo. Si despertaba antes que ella, nunca la interrumpía en su sueño. La dejaba descansar y solo la despertaba cuando todo estaba listo. Lo único que ella tenía que hacer era sentarse a comer. Por eso, después del desayuno, casi siempre se ofrecía a lavar los platos.
Finalmente se levantó de la cama y fue directo al baño a lavarse la cara y cepillarse los dientes. Cuando terminó, salió del baño y luego de la habitación.
Una sonrisa se dibujó en sus labios al escuchar los ladridos entusiastas de su querida Cocoa al verla aparecer. Se agachó para acariciarla y le dio unas suaves palmaditas