Monique alzó una ceja mientras su esposo colocaba las compras del supermercado en la alacena de la cocina. Luego se volvió hacia ella y notó cómo la comisura de su boca se curvaba en una sonrisa al mirarla.
—¿Qué? —preguntó ella, encontrando su mirada.
En lugar de responder, él se acercó. Ella dio un paso atrás, pero su esposo siguió avanzando hasta que ya no tuvo dónde retroceder: quedó con la espalda apoyada en la pared.
La sonrisa de él se ensanchó al ver que ella no tenía escape. Entonces apoyó una mano en un lado de su rostro y no apartó la vista de ella.
—¿Qué… estás haciendo? —inquirió ella, con el corazón latiéndole con fuerza; le parecía que él podía oír sus pulsaciones.
Él acercó más su rostro; sus labios casi se rozaban. —¿Recuerdas lo que te dije antes? —dijo con voz ronca, su aliento cálido recorriendo su cara y haciéndola estremecer.
—¿Eh? —balbuceó ella; no lograba recordar lo que le había dicho.
Él sonrió de nuevo y se inclinó aún más, rozando su oído con los labios mi