Monique despertó a la mañana siguiente con la sensación de que alguien estaba acostado encima de ella. Al abrir los ojos, se encontró con la cabeza de su esposo, Jacob, enterrada en su cuello; sus piernas estaban entrelazadas con las de ella. Tenía un brazo fuertemente abrazándola, como si no quisiera soltarla.
Quiso ponerse en pie, pero no pudo moverse por la firmeza de su abrazo. Monique no pudo evitar morderse el labio inferior al notar la erección matutina de Jacob presionando contra su bajo vientre. Por algún motivo, sintió mariposas en el estómago cuando una sensación de cosquilleo recorrió su cuerpo siguiendo el contorno de su erección.
No se movió, pero giró lentamente la cabeza para apartarla del rostro de Jacob que estaba acurrucado sobre su pecho. Luego alzó con cuidado el brazo que la sujetaba tratando de liberarse, pero él apretó aún más. Pronto abrió los ojos y sus miradas se cruzaron.
La miró durante un instante y una sonrisa fue formándose en sus labios; en ese momento