Después de que Shana la recogiera, condujo directamente a su condominio. Shana no dejaba de preguntarle a Monique adónde quería ir, pero Monique permanecía en silencio. Durante el trayecto, no habló; solo lloró. Sus lágrimas caían sin control, como una cascada incesante.
—Monique, ¿qué pasa? ¿Sucedió algo? ¿Por qué estás llorando? —la voz de su amiga reflejaba preocupación, evidente en el tono. Shana le había estado haciendo las mismas preguntas desde que notó que Monique lloraba cuando la recogió, pero Monique no había respondido. Había visto la mezcla de confusión y preocupación en el rostro de Shana. En lugar de contestar, Monique permaneció en silencio, con las lágrimas desbordándose de sus ojos. Era como si su lengua estuviera atada y no pudiera hablar.
—Me estás preocupando —dijo Shana, sosteniendo suavemente la mano de Monique en su regazo. Monique sintió la presión, y los dedos de su amiga apretaron los suyos. Sus lágrimas seguían acumulándose porque podía sentir a Shana a su