MILA
Después del baño, aún envueltos en vapor y calor, nos deslizamos en la inmensa cama de la suite, nuestros cuerpos pegados, nuestras manos siempre entrelazadas. Cada contacto es una caricia silenciosa, un recordatorio de que nada ni nadie podrá borrar lo que compartimos.
— Podría quedarme así toda la noche… murmura Nolan, su voz áspera de deseo y ternura, mientras pasa un brazo alrededor de mí.
Río suavemente, apoyando mi cabeza en su pecho, sintiendo cómo sus músculos se relajan bajo mis dedos.
— Y yo, podría perderme aquí para siempre… le respondo, dejando que mis manos deslicen por su espalda.
Nuestras miradas se cruzan, y él sonríe, esa sonrisa tierna y ardiente a la vez, la que me hace derretirme cada vez. Sus dedos acarician mi rostro, mi nuca, rozan mi cabello como si quisieran retener cada hebra. Cierro los ojos, saboreando la sensación, cada roce es un voto silencioso de su amor.
— Mila… susurra, su voz baja e intensa, cada instante contigo me hace mejor. Quiero que cada