MILA
Y luego, me besa con fervor, con furia.
Me besa como se corrige un error.
Como se atrapa a una mujer que se estuvo a punto de perder.
Sus manos deslizan contra mi nuca, en mi cabello.
Mis dedos se aferran a su camisa, casi la rasgo.
El beso se convierte en combate.
Un duelo de labios, de alientos, de arrepentimientos mezclados con deseo.
Él me levanta, me empuja contra la pared, y yo me abandono sin una queja.
Nuestra ropa cae.
Una a una.
Sin elegancia.
Sin pudor.
Quiero su piel.
Quiero que me sienta temblar bajo sus manos.
Quiero recordarle quién soy.
Lo que estuvo a punto de perder.
Lo que nunca tendrá a medias.
Me recuesta en la cama, sus besos se vuelven más lentos. Más precisos.
Susurra mi nombre como una oración ronca.
Respiro entre sus labios.
— Nolan…
— Shh, estoy aquí.
Sus manos sobre mi piel son fuegos encendidos demasiado rápido.
Su boca, un maremoto.
Su cuerpo, una promesa que he esperado, que he maldecido, que casi he suplicado.
Y sin embargo.
Cuando se