El sábado amaneció con un brillo extraño, como si el sol hubiera decidido iluminar la nueva casa de los Carter–Miller con un foco cálido y vibrante. Desde muy temprano, proveedores entraban y salían: decoradores, floristas, técnicos de sonido, un pequeño equipo de catering y el fotógrafo que Claire había contratado la noche anterior a medianoche. La casa se fue transformando en un escenario de revista.
El jardín se cubrió de una alfombra blanca; docenas de flores en tonos marfil y rosa pálido adornaban cada mesa redonda; cintas satinadas caían desde una estructura de cristal que parecía un cielo flotante. El centro lo ocupaba un enorme arco circular hecho de flores y pequeñas luces que parpadeaban como luciérnagas. Bajo él, se encontraba el gran globo metálico nacarado donde estaba guardado el confeti revelador del sexo del bebé.
Era una celebración impecable. Elegante. Brillante. Digno de los Carter.
Alice observaba todo desde la terraza, con las manos sobre su barriga y un vestido b