Jamás pensé que volvería a ver un monitor cardíaco marcando el ritmo de alguien a quien amo. El pitido suave, constante, me perfora la memoria. No puedo apartar la vista de Alice, dormida, con la piel pálida, el cabello revuelto sobre la almohada y una vía atravesándole el brazo. Mi mujer. La madre de mi hija. Y si insisto que será una niña porqué una corazonada me lo dice... La mujer que casi pierdo… por secretos que intentó cargar sola.
No. No permitiré que vuelva a repetirse.
Mientras ella duerme, saco el teléfono. Mis manos tiemblan, pero la rabia fría me mantiene enfocado.
—Tyler, llama a la policía del distrito. Quiero abrir una investigación formal. Hoy.
—¿Por lo de la galería? —pregunta, alterado.
—Por todo —respondo—. Y trae al maldito abogado que contrató a espaldas mías. Quiero verlo.
Cuelgo y marco a Marcos.
—Hermano, necesito que estés conmigo en esto —le digo apenas responde—. Tú y yo vamos a limpiar el nombre de mi mujer. Hoy.
Marcos suspira fuerte.
—Cuenta conmigo, Eth