“Obsesión bajo la sombra”
Santamaría salió del hospital con el rostro tenso y la mirada perdida en un punto indefinido. Apretó los labios con rabia contenida y caminó con paso firme hasta el auto que lo esperaba a unos metros. El hombre al volante lo recibió con una leve inclinación de cabeza.
—¿Nos vamos, señor? —preguntó.
—Sí… llévame al club. Necesito despejarme.
El vehículo arrancó suavemente, deslizándose por las calles oscuras como un espectro en la noche. Santamaría se acomodó en el asiento trasero, cruzó una pierna sobre la otra y giró la cabeza hacia la ventana. Su reflejo se mezclaba con las luces fugaces de la ciudad. Observó, sin observar. Pensaba, pero no con claridad. Dentro de él, hervía una tormenta de emociones que lo acompañaban desde hace más de dos décadas.
"Aún te sigo amando…", pensó, "con la misma fuerza con la que te amé la primera vez que te vi." Cerró los ojos, dejando que la imagen de Victoria se materializara en su mente como una llama en la oscuridad. "Mal