El dolor en el abdomen volvió a latir en cuanto me movieron a la camilla. Era una molestia profunda, como si algo dentro de mí estuviera fuera de lugar. Quería gemir, pero solo conseguí cerrar los ojos y tratar de respirar hondo mientras las voces a mi alrededor se mezclaban con un zumbido constante.
Me dijeron que me llevaban a la habitación. Quería hablar, preguntar por mi padre, por Gabriel, por… todo. Pero la cabeza me daba vueltas. Era como si mi cuerpo estuviera despertando lentamente, como si mi alma se hubiera apartado por un tiempo y ahora intentara encajar de nuevo.
La luz de la habitación no era tan fuerte como la del quirófano, pero aún me molestaba un poco. La cama era más cómoda, y la sábana fresca me dio una sensación de seguridad que hacía mucho