(Alessandro)
Estaba en el salón, caminando de un lado a otro con el móvil en la mano, esperando cualquier noticia. Cada segundo sin una pista era una tortura. Los guardaespaldas habían salido tras Chiara, pero nada. Ni una señal de ella, ni rastro de Enzo.
Mi corazón latía como un tambor dentro del pecho.
Entonces, el teléfono vibró. Al abrirlo, vi que había recibido un vídeo de un número desconocido.
La sangre se me heló en las venas. Las manos me temblaban mientras abría el mensaje. El archivo cargaba demasiado despacio para mi gusto, como si el destino quisiera jugar conmigo un poco más.
La pantalla se iluminó, y la vi.
Larissa.
El corazón se me detuvo por un instante. Tenía el rostro lleno de golpes, los ojos rojos, los labios agrietados. Parecía… destrozada. Llorando de verdad, sentada en un lugar oscuro, con una luz dura iluminándole la cara.
—Alessandro… soy yo —su voz se quebró—. Por favor… tengo mucho miedo. Me han traído a un sitio horrible. Tienes que venir. No sé qué hacer