(Diogo)

Nada más entrar en el ático, sentí el pecho calentarse solo de verla allí conmigo. Alice respiró hondo, cerró los ojos y soltó un suspiro que me hizo sonreír.

—Huele increíble aquí… —dijo, recorriendo el ambiente con la mirada, curiosa.

Me acerqué al horno y saqué la bandeja con la lasaña que había preparado, el aroma llenando aún más el aire. La puse en la mesa y, antes de decir nada, me acerqué a ella y la abracé fuerte. La besé con intensidad, con esa nostalgia acumulada ardiendo en cada gesto.

—Te he echado de menos estos días sin ti… —murmuré contra sus labios, sujetándola con fuerza.

Ella sonrió, los ojos brillando.

—Solo han sido dos días, Diogo —dijo bajito, pero con l